En 1978 Carmen Bravo Villasante publicó las cartas que Emilia Pardo Bazán envió a Benito Pérez Galdós. Este epistolario es clave para entender la biografía de ambos escritores y para entender la génesis de algunas obras.
Esta correspondencia parece datar de 1889. Las cartas anteriores, que debieron ser muchas, no las conocemos. Es evidente que entre ellos existía una mutua simpatía y admiración pero el espistolario amoroso se inicia después de una larga amistad, nacida de una afinidad literaria, en la , como es de suponer, al principio existirían unas relaciones de discípula y maestro. En sus cartas Emilia emplea dulces diminutivos y hace referencia a citas en la calle de la Palma, junto a la iglesia de Maravillas, algunas veces denominada Maravillas Church y Palma Strasse. Emilia, unas veces, firma como Porcia, posible referencia a un personaje femenino de Shakespeare, y otras veces Matilde, al tiempo que le da a su amado Galdós el nombre de Selim-Ahdel, célebres personajes de la novela tan léida Matilde en el Oriente, publicadas en 1830
Y de pronto una carta brutal, sorpendente, desvela los sobresaltos sentimentales que sufre Galdós. El escritor canario, en una carta cuyo contenido desconocemos, aunque adivinamos, acusa a la Pardo Bazán de una infidelidad, y aquí viene lo sorpendente: ella, en vez de negar, se confiesa culpable.
La historia es la siguiente: el 18 de mayo se inaugura en Barcelona la Eposición Universal. El 20 de mayo llega la Pardo y Galdós, y Narcís Oller va a esperarla a la estación. Galdós sólo permanece en Barcelona tres días. El 27 de mayo, como Oller, la acompaña en toda la Exposición, se encuentra con su amigo Lázaro Galdiano, que se convierte ahora en el acompañante de la Pardo, al tener mucho trabajo Oller.
Alguien informa a Galdós de lo sucedido, es posible que fuera el mismo Oller . El caso es que al enterarse de lo Barcelona, Galdós se lo reprocha. Ella reconoce su infidelidad. Este episodio lo reflejará la Pardo en su novelita Insolación y Galdós lo plasmará en La incógnita y en Realidad. Lo interesante es ver cómo un mismo hecho se presenta desde dos puntos de vista. Para ella es una historia galante, frívola, sin trascendencia, divertida; para él es algo trágico reflexivo, torturante, que se sublima en comprensión y tolerancia, después de un esfuerezo de autodominio muy galdosiano. A él le afecta profundamente, aunque lo disculpe y lo perdone; ella lo siente, pero su vitalidad le impide convertirlo en drama.
La unión de los dos es una de las historias más curiosas de la biografía literaria española, y explica el respeto mutuo que siempre se tuvieron al expresar sus opiniones críticas. Jamás Galdós censuró por escrito en reseña o comentario a doña Emilia, sólo tuvo para ella elogios, y cuando Pereda, Palacio Valdés y tantos otros la hacían blanco de sus sátiras, Galdós permanecía callado, que era una forma de no asentir. Jamás doña Emilia censuró a Galdós, sólo tuvo elogios para él, aunque criticase ligeramente Tristana , por razones que la afectaban directamente.