sábado, 31 de enero de 2009

Éxtasis de Santa Teresa



"Éxtasis de Santa Teresa"


Esta escultura fue creada por Gian Lorenzo Bernini.


Las dos figuras principales que centran la atención forman parte de un episodio descrito por santa Teresa de Ávila en el que cuenta cómo un ángel le atraviesa el corazón con un dardo de oro, que representa el amor divino.

La escena recoge el momento en el que el ángel saca la flecha, y la expresión del rostro muestra los sentimientos de Santa Teresa, mezcla de dolor y placer. Según sus propias palabras:


"Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan fuerte que me hacia lanzar gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que terminara. El alma no se contenta ahora con nada menos que con Dios. El dolor no es corporal sino espiritual, aunque el cuerpo tiene su parte en él. Es un intercambio amoroso tan dulce el que ahora tiene lugar entre el alma y Dios, que le pido a Dios en su bondad que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento... "



lunes, 26 de enero de 2009

El retrato de Cervantes





Cervantes afirma en el prólogo de sus Novelas ejemplares que Juan de Jáuregui, conocido pintor y poeta, había pintado su retrato. La Real Academia Española posee un discutido retrato de un hombre con golilla, en cuya parte superior se lee D. Miguel de Cervantes Saavedra y en la inferior Juan de Jauregui pinxit año 1600, sobre cuya autenticidad se han emitido fundadas dudas. En la colección del Marqués de Casa Torres existe el retrato de otro hombre, también con golilla, que se ha supuesto que es el que pintó Juan de Jáuregui porque corresponde con la descripción que de éste da Cervantes en el prólogo aludido.








Lo cierto es que tal descripción nos da una idea muy clara del rostro de Miguel de Cervantes. Es como sigue:

Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes, ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies. Éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y de otras obras que andan por ahí descarriadas y quizá sin el nombre de su dueño; llámase comunmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo; herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos V, de felice memoria.


jueves, 15 de enero de 2009

Belleza femenina en el Renacimiento



Con el madrigal se designa a un breve poema lírico formado por un número variable de versos heptasílabos y endecasílabos, distribuidos libremente por el poeta, a la manera de la silva y que riman en consonante; puede quedar algún verso suelto. El tema suele ser amoroso. En España uno de sus grandes cultivadores es Gutierre de Cetina. El siguiente poema suyo es considerado como un modelo perfecto.



Ojos claros, serenos,



si de un dulce mirar sois alabados,



¿por qué, si me miráis, miráis airados?



Si cuanto más piadosos



más bellos parecéis a aquel que os mira,



no me miréis con ira



porque no parezcáis menos hermosos.



¡Ay, tormentos rabiosos!



Ojos claros, serenos,



ya que así me miráis, miradme al menos

Introducción de la métrica italianizante a la española



El año 1526 coinciden en Granada el embajador de Venecia, Andrea Navagero y el poeta barcelonés Juan Boscán. En la conversación que ambos sostienen, el embajador veneciano convence a Boscán para que incorpore a la poesía española tanto la métrica como los géneros más sobresalientes de la italiana. De todo ello nos da cuenta Juan Boscán en la dedicatoria de sus obras a la Duquesa de Soma. Dice el poeta español:





Estando un día en Granada con el Navagero- el cual, por haber sido varón tan celebrado en nuestros días he querido aquí nombralle a Vuestra Señoría-, tratando con él en cosas de ingenio, y esencialmente en las variedades de muchas lenguas, me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas usada por los buenos autores de Italia, y no solamente me lo dijo así livianamente, más aún me rogó que lo hiciese. Partime pocos días después para mi casa, y con la largueza y soledad del camino, discurriendo por diversas cosas, fui a dar muchas veces en lo que el Navagero me había dicho; y así comencé a tentar este género de verso... Mas esto no bastara a hacerme pasar muy adelante si Garcilaso, con su juicio, el cual no solamente en mi opinión masen la del todo el mundo ha sido tenido por regla cierta, no me confirmara en esta mi demanda; y así alabándome muchas veces este mi propósito, y acabándomele de probar con su ejemplo- porque quiso él también llevar este camino-, al cabo me hizo ocupar mis ratos ocioso en esto más fundadamente.



Boscán fue el primer innovador, alentado constamente por su amigo Garcilaso de la Vega que incorporó muy pronto a su vena lírica el estilo italiano y demostró cómo aquellos metros y géneros que no tenían equivalente en nuestra versificación se podían utilizar con la misma belleza de la versificación de origen. Pronto otros poetas los siguieron, Diego Hurtado de Mendoza y Hernando de Acuña.






Antonio Quilis Métrica española



lunes, 12 de enero de 2009

Para la libertad interpretada por Joan Manuel Serrat







Para la libertad Miguel Hernández

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.