martes, 27 de octubre de 2009

Goya y Fernando VII


En 1808, en medio de los trágicos acontecimientos que está viviendo España, Fernando VII posa una sola vez ante Goya. Cuando el "deseado" sube de nuevo al trono en 1814, Goya ejecuta varios retratos hechos a partir de los estudios realizados en 1808, en particular éste, con manto de corte y ostentando el collar del Toisón de Oro y la Orden de Carlos III. Es de señalar que Fernando VII jamás encargó su retrato a Goya, signo indudable de la antipatía existente entre ambos.

Goya, maravilloso retratista, llega al clímax de su capacidad de captación sicológica en este cuadro . No creo haya en toda la historia de la pintura europea otro retrato que llegue a representar y a expresar tan bien esa mezcla de fanatismo, de crueldad, de ignorancia, de que hacía gala ese personaje nefasto de la historia de España. Lo maravilloso del cuadro es cómo Goya es capaz de introducir todos esos atributos, tan negativos todos, y los logra concentrar en una especie de triángulo que va de la frente al mentón de Fernando VII. Esa frente es el paradigma de la ignorancia y la crueldad. Esa nariz retorcida es también el paradigma de esa especie de brutalidad histórica que tantas veces se ha dado en la historia de España. Ese torpe mentón es también el ejemplo de la torpeza del monarca que restauró la monarquía absoluta. Pero lo que ya realmente llega a los extremos son esos ojos, en los que se expresa la oblicuidad que puede tener el alma humana, su condición, unos ojos que exportan los submundos del alma, que en este caso eran submundos que llegaron a tener un poder desmesurado y absoluto. .

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